3.8.08

Jódete

De pequeño su abuela siempre le decía que era demasiado noble. La empatía le ha atacdo toda la vida como un mal cánbcer que no le deja imponerse a nada: siempre piensa en los demás primero. Y cuando lo cuenta, la gente le toma por un santurrón soberbio o por un sobrado oscuro. Y éso le quema.

Por éso se divierte escribiendo sobre cabezas que revientan. Adora la sangre ficticia. Le hubiera encantado rodar aquel plano en que Dedos saca de un estirón al guarda por la ventanilla de la furgoneta; una forma de sacar al matón del patio del colegio que siempre quiso ser, pero nunca pudo, porque hubiera llorado lo indecible al pensar cómo dolía ese puñetazo en la cara del otro crío.

Lo peor es que cuando los demás no demuestran ese grado de compasión enfermiza, el cáncer crece. Teme que un día llegue al cerebro y le domine. Necesita gritar, pero le dan miedo las discusiones que vienen; no sabe cuánto daño puede hacer en ellas, y no quiere saberlo.

O sí. Cómo le gustaría mandar a tomar por culo la empatía y decirle al Señor 6 que es un pobre diablo triste; que está ahí tan tranquilo porque él odia tener la razón y humillar al resto con ella; a la señora Rizos, que es una ridícula reliquia incompetente; al Samaritano, que no le gusta que jueguen con él con argumentos pseudohumanitarios...

Y a él... le gustaría tener un espejo delante y emular a Edward Norton. Jódete. Eres listo, perseverante y sacrificado, pero quemas tus días mirando al horizonte que sabes que no puedes tocar. Jódete. Eres amable, considerado y solícito, pero respondes con sequedad esperando una pregunta par soltarte. Jódete. Eres fuerte y estás lleno de vida, pero te consumes maldiciendo pequeñas estupideces que hacen grande tu pequeña vida. Jódete. Estás muerto porque quieres. Lo tienes todo y te lamentas por no poder alargar la mano y coger lo que es tuyo. Enfádate. Imponte. Da un portazo. Saca al tipo de la furgoneta.

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