15.2.09

El Derecho A Ser Un Imbécil.

Siempre he admirado mucho a los estudiantes de medicina. Tal vez porque en tiempos yo quise ser uno, o porque he estado en la facu dos veces y, a pesar de ser carreras de chichinaba, he sufrido lo mío, de modo que me imagino lo que deber ser pasar 5 o 6 años estudiando a los bestia, más 4 de especialidad, más dos de excelencia en el extranjero; vamos que te plantas con 31 tacos siendo el chico de los cafés y con la cabeza como un bombo. Éso en el mejor de los casos.

Y todo ésto pa qué, dirán algunos, sobre todo algún "anti-uni" que hay por ahí...

Pues para ganarse un derecho realmente exclusivo, sólo al alcance de algunos médicos y de profesores de insituto: el de ser un imbécil. Un ser inane e inútil que dejó toda su energía e ilusión en sus años de estudio y quiere pasar el resto de su vida amargándose y amargando a los que sufren su profesión.

Se me cayó la moto encima y me hice pupita en el tobillo. Me duele, no se me pasa, venga, voy al médico. Me manda una radiografía porque claro, "un mes después yo no voy a ver nada"; claro, sentado ahí y sin mirarme ni a la cara qué vas a ver, payaso. Se supone que el radiólogo verá algo si lo hay, porque ellos saben mejor cómo interpretar una radiografía.

El radiólogo, al que no conozco pero deber ser otro imbécil al que le importa más el finde y el barça que su profesión, informa mi marvillosa radiografía con un "No_m____l" bien clarito y bien rapidito, que me esperan pa cenar. Y cuando mi médico me entrega la radiografía, me dice que todo está bien, que no me preocupe.

Me preocupo porque me duele. Que tú o el imbécil de la letra imposible digan que está sano no me cura por arte de alquimia. Me sigue doliendo y NO, NO ESTÁ BIEN.

Me dice que no fuerce la máquina, claro, que me caí de la moto. ¿Qué significa "que no fuerce la máquina"? Tengo 29 años y el tobillo me duele cuando me despierto por la mañana o camino más de media hora seguida, o subo una cuesta pronunciada. ¿Quiere decir que ya no puedo hacer esas cosas? No tuve un accidente que me dejó el pie colgando de un hilo, ni me lo rompí por tres sitios, ni escalo el Aconcagua cada mes.

Me dice que puedo hacer una vida normal. Pero una vida normal no es estarse ahí sentado 3 horas al día y llamar a éso profesión. Yo me levanto, camino, voy en moto, toco la batería, edito vídeo, a veces tengo algún rodaje, a veces voy a caminar a la montaña.. éso es para mí una vida normal. Y mi tobillo no me deja hacer esas cosas porque tengo un médico imbécil que no es capaz de profundizar en un diagnóstico y le dice a un tío hecho y derecho que si me duele cuando camino, que deje de caminar.

Tú eres tonto. Si te duele al pensar, no pienses, pero deja a alguien que hag ésto mejor que tú, que no es difícil. Payaso.

9.2.09

El Curioso Caso De Benjamin Button


Hasta ayer por la tarde, creí que la nueva peli de Fincher era perfecta. Es larga pero no se hace pesada, cuenta muchas cosas, está ambientada, escrita e interpretada como sólo los americanos saben hacerlo, y sus efectos especiales, a falta de una palabra mejor, son de otro mundo. Es muy bonita, seria pero con sus puntos de humor, y hace honor a su origen literario honrando con su atmósfera la mejor tradición de narrativa americana que sitúa la fantasía en lo cotidiano sin dar explciaciones; esa suerte de "realismo mágico" tan pretendidamente iberoamericano, pero que ya inventó Washington Irving hace la tira de lustros y que tiene sus mejores exponentes en otro Irving, John, en Paul Auster y por supuesto en Fitzgerald.

Hasta ayer por la tarde, creí haber asistido a una película definitiva sobre la vida y la muerte vista desde el punto de vista de un ser excepcional, rechazado o apreciado por su cndición según las circunstancias, en una historia poblada de personajes extravagantes que aportan su granito de arena a la existencia del protagonista y enriquecen su experiencia y la del espectador.

Hasta ayer por la tarde, creí haber asistido a la lección definitiva de cómo el maquillaje y los efectos especiales pueden ser una herramienta que, en manos de un director elegante y un narrador nato, se convierten en un color más de la paleta con la que teje su lienzo.

Hasta ayer por la tarde, creí que "El Curioso Caso de Benjamin Button" era La Peli Definitiva sobre todo éso.

Pero ayer por la tarde Tele5 emitió Forrest Gump. Y Benjamin Button, pese a ser sin duda un peliculón exquisitamente escrito, fotografiado, montado, dirigido e interpretado, pierde la batalla contra la historia de Zemekis de 1994 en el terreno de la emoción. Tal vez sea que Fincher es más frío, o que Brad Pitt defiende con maestría un personaje que, sin embargo, no hace más que pasar por la historia sin más gracia que su propia condición, o que (y creo que ésa es la razón principal) Alexander Desplat no le llega a la suela del zapato a Alan Silvestri. Pero cuando Forrest deja la carta de Forrest Jr en la tumba de Jenny, consigue algo tan fácil y difícil a la vez como que sufras con él, cosa que nunca ocurre con Button, ni siquiera cuando una eforzadísima Cate Blanchett (lo mejor de la peli, en todos los sentidos, a pesar de un doblaje francamente desafortunado) se convierte en el verdadero catalizador de las emociones de una película tan, tan perfecta, que tiene algo de producto, de mecánico, de carne de Oscar demasiado descarado.

No es que no me gustara, al contrario, creo que hay que verla y es de lo mejor que puede ofrecer el mejor Hollywood que a algunos nos sigue recordando por qué nos gusta tanto que siga existiendo. Pero, al igual que pasaba con "Indiana Jones IV", la posibilidad de hacer cualquier cosa es a veces un abismo que no exprime el genio que sin duda Fincher lleva dentro, y que en algo tan imperfecto, provocador y controvertido como "El Club de la Lucha" se tuvo que ganar a pulso, y éso es lo que se echa en falta en "Button": una capa más.

5.2.09

Grandes Ideas Que Amargan La Vida 1: Los Post-It


Inicio una serie sobre grandes inventos, ideas y cosas salidas de molleras varias, en principio para facilitar la vida, que sin embargo acaban por volverse contra los humanos en una rebelión impía que le pone de manifiesto su condición de víctima de su propia inteligencia. Escrito así suena pedante. Lo es. Tampoco se entiende muy bien, es que estoy leyendo a Zafón y se me pegan las frases largas. Veamos un ejemplo.

Son pequeños, amarillos, pegajosos y omnipresentes. No, no son los gapos de los fumadores: son los Post-It.

Cuando al colega de 3M se le ocurrió la idea de enchufarle el pegamento fallido a los papelicos, no sabía la que estaba liando. Los desmemoriados y aficionados a decirte las cosas "a la que te pillan" encontraron una materialización de su neura. Y a los que sufrimos los ataques de dichos intefrectos, se nos vino el mundo encima: ya no hace falta que te persigan por un pasillo y te paren cogiéndote del brazo y el consabido "¿tienes un minuto?". Ya no hace falta ni el minuto: basta una pulga amarilla pegajosa garabateada y ya estás pillao. Tú la llevas! Cagontó!

A ver. Tener un soporte para esas notas tipo "fotocopiar albarán 562"; "Pepe: llama a tu prima"; "Sr. Burns: tiene 30 minutos para retirar su cubo..." es una ideaza. Pero un Post It no es un soporte de información duradero, válido y omnipotente. NO VALE PARA TODO. EXISTEN LAS LIBRETAS. Y el adhesivo que llevan NO ES ETERNO, JODER.

Ahora mismo estoy rodeado de aproximadamente 12 papelicos del tamaño de la pantalla de mi móvil, más o menos. En todos ellos hay números. No se refieren a la misma categoría de números: algunos son fechas, otros números de historias, de albaranes, de facturas, actividades para dosis de calibración, y hasta rangos de horas. Ninguno de ellos lleva adjunta ni una mísera información de unidades para distinguir una fecha de un número de historia. Yo no he escrito ninguno. Todos son para mí. Creo que voy a tener un aneurisma.

Quizá podríamos, entre todos, crear una serie de reglas o de GMPs para el uso de este invento. A ver si así podemos enseñar a los PostAdictos que, a veces, un garabato en un papelaco amarillo pegao a cualquier sitio NO ES una forma fiable de comunicación.

Empiezo yo, claro:

1.- Mensajes eventuales. No información duradera. Para éso están las libretas, los paneles, los Words, los excels y toda esa clase de cosas. Los horarios de los empleados no pueden estar en un Post-It.

2.- Información exacta. Hay un límite para los caracteres que caben en 2x3cm. Esto incluye el número de temas, reduciéndolo a 1, 2 a lo sumo: 1 tema, un papelico. Son baratos.

3.- Los números solos NO SON INFORMACIÓN. La información son datos+referencias. Los datos sólos son una bonita mota de sabiduría perdida en el universo, y no sirven para una mierda.

Por favor, agregad más. Hay gente a la que voy a freir a normas como me dé la vena.

4.2.09

Cuando era chiquitillo, yo no me acuerdo muy bien, pero mis padres dicen que al jugar con muñecajos me montaba más película con las voces y la música que lo que les hacía hacer. Sí que recuerdo que lo primero que me llamó la atención del cine era que cuando pasaba algo importante, había música. Soy de los 80 y mi primer recuerdo cinematográfico es el plano final de ET, osea que no es casual: la potencia de Williams en ese momento es El Momento, sin más.

Años más tarde, no muchos pero sí algunos, la situación familiar no daba para cámaras caseras, así que mis intereses se focalizaron breve pero intensamente en tocar un instrumento; el más ruidoso, espectacular y (aparentemente) fácil de aprender posible. Así que me armé de trastos varios y me construí lo que se dice una chapuza de batería que traía loco a mi padre, firme defensor de que lo único sagrado en este asqueroso mundo es la siesta. Por desgracia el apego familiar (y en particular, de mi hermana) a la fotografía es tardío, por lo que no existe documento gráfico del engendro, para mi tranquilidad, dicho sea de paso.

El caso es que durante un año más o menos me dediqué a poner la radio por las tardes y hacer lo que ahora sé que se llama "play along", uséase, tocar a la vez que se oye la canción que sea. La cosa quedaba un poco deslucida porque no tenía bombo (desconocía el sistema que lo hace funcionar, recordemos que estamos hablando de la Era Pre-Internet Anterior. Qué viejo estoy, por cierto), además la caja era una pandereta sin platillos, y los toms un par de botellas: vamos, un poema. Lo importante era que aprendí que la cosa no era tan fácil. Y que los pies parecen colgar de las manos, porque no tienen vida propia si no los entrenas.

La desmonté (más bien, deseché sus partes ordenadamente) y pasaron años. Descubrí la lectura seria y el cine. La FP y la facultad, y más cine. Y llegó un día en que la batería era "esa cosa tan graciosa que el niño se había hecho un verano y que ya se le pasó".

Mentira. Los monstruos duermen, pero no mueren, y a veces oyen cosas que les hacen abrir un ojo y rascarte un poco por dentro: "estoy aquí, algún día tendrás que despertarme y volver a darme algo de comer".

Pasaron más años y los sueños de cine pasaron a deseos en vídeo, mucho más probables. Estamos en ello. Y llegó la emancipación y el montaje de un rinconcito en la casa. Y conocer a Carlos, que toca la guitarra, y un sintetizador en su piso de Fuenla en el que sonaba una batería MIDI con la que acompañar su guitarra. Y el monstruo se desperezó.

Primero fue una Millenium electrónica, por si me canso enseguida; la conecto al ordenador y me pongo los cascos y no molesto a nadie. La primera vez que la vio montada, C soltó un "vaya trasto" que me dejó claro que no le hacía mucha gracia mi nueva amante. Bueno, es cuestión de tiempo, pensé: o el monstruo se duerme otra vez, y para éso está eBay, o se hace tan grande que hay que sacarlo de aquí.

Lo sacamos en Mayo de 2008. Localcillo, dos guitarras, espuma negra en las paredes y un Home Cinema de ampli. Duró un mes. En Junio, uno de Alcorcón recibía mi Millenium mientras yo recibía mi MAPEX acústica nueva, todo madera y aire, que sonaba de pena hasta que aprendí a afinarla hace unas semanas.

Luego vino Santi, el bajo, y yo me relajé bastante porque por fin aquello sonaba a banda.

Y hace poco se unió Yolanda, y tras un par de sesiones algo extrañas, ayer atacamos un "Zombie" que nos salió a la segunda. Y mientras machacaba el charles sin piedad me acordé de mis panderetas; el embrión del monstruo que nunca se ha muerto. Yo no quiero que se me mueran, ni que duerman mucho, porque quiero tener esa cara de gilipollas que vi ayer en el ascensor más a menudo.