En un ejercicio de autoalimentación asombrosa, El País se hace autoeco de una noticia ocurrida en su redacción, a saber, que dos aceitunos se presentaron en ella para requisar el vídeo del accidente de Barajas que ayer veíamos en bucle sin fin en todas las cadenas y webs de todoas partes.
Poir supuesto el diario se defiende diciendo muchas cosas, todas ciertas, pero no por ello discutibles. A saber:
-Que el juez ha ordenado el retiro del vídeo de la web de El País pero no de ningún sitio más. En mi cole no valía éso de "ha empezado él" cuando le partías la boca a otro niño; al parecer el "Y tú más" sí que vale en la profesión periodística.
-Que la difusión de las imágenes viene a ayudar a desmentir algunas declaraciones técnicas de la investigación. Yo lo que veo es un avión estrellándose contra el suelo. Igual como todos nos hemos vuelto expertos en aeronátuica de repente nos sirve para aclarar las causas del siniestro, pero entonces se podría quitar la parte en que el avión se echa a arder y se convierte en una columna de humo; más que nada porque detrás de éso hay 154 personas muriendo, así de claro.
-Que la difusión está amparada por el artículo no se qué de la Constitucióin, osea el derecho a informar. En ese caso, quiero, no, EXIJO que cuando se publique el informe técnico de chorrocientas páginas incomprensibles para los lectores, El País lo publique gratis en edición monográfica, porque es realmente la información que dice contener el vídeo de marras.
-Que se han requisado también imágenes de móviles y cámaras que hicieron personas en el lugar del siniestro, lo cual está muy feo porque las quieren para informar sobre cómo se actúa en casos de catástrofes. No hace falta que haya imágenes par éso, ya sabemos cómo se actúa: miserablemente, sacando el móvil para hacer fotos, no vaya que luego no pueda contarlo.
Vamos, que la censura previa es una cosa muy fea, pero ampararse en derechos muy gastados para difundir en portada un vídeo de interés informativo cero no sólo es más feo aún, sino que desgasta la ya de por sí maltrecha imagen de la prensa española, cuya distinción entre la información y el espectáculo es nula, y especialmente triste cuando se trata de tragedias como ésta.
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