30.8.07

"Transformers": ¿alguien esperaba otra cosa?

Spielberg definió perfectamente lo que es un blockbuster de verano cuando, en el festival de Cannes, algún crítico sesudo le preguntó acerca de las profundas representaciones y simbolismos que había detectado encarnadas en el monstruo marino de su peli de 1975: "No sé de qué me está hablando. Mi película va sobre un tiburón que se come a la gente".
Cualquier cosa por la que sintamos devoción siempre nos parece más importante y trascendental de lo que realmente es. Pero es que a veces se pierde el norte. El universo friki-fan-geek es especialista en ésto; de hecho, es su definición de base.
La historia de unos robots gigantes extraterrestres que vienen a la Tierra a pelearse por un cubo ancestral de misterioso origen llamado "La Chispa Vital" que otorga, nadie sabe cómo, el poder ilimitado, proviene de una serie de dibujos animados en la que uno de los robots llevaba peinado Mullet metálico, a su vez adaptada de una línea de juguetes nipones de los años 80. Y hay gente que es fan de los cacharros en cuestión. Gente a la que una peli de verano, con sus efectos asombrosos, su velocidad mareante, sus colores chillones y sus personajes planos como servilletas les parece un insulto a sus adorados juguetes; les cuesta entender que la cosa no da para más. Aclarado el asunto de si la adaptación es fiel (¿a qué? ¿a los juguetes?) o rica en matices (ya sabemos lo que pasa cuando uno se pasa tres pueblos con los matices: ahí está la lamentable "Spider-man 3"), vamos a por el producto de Michael Bay.
Luego están los cinéfilos de pro; los que son incapaces de reconocer una buena peli en "Terminator". Con éstos la cosa está clara: el 99% del cine americano es basura, y el 1% restante sólo proviene de experimentos independientes. Como ellos nunca leerán una crítica de Transformers, porque se consideran por encima de semejante cosa, a cagar a la playa ellos también.
Venga que me enrrollo. Transformers es una peli cojonuda en su justa medida (lo cual, tratándose de Michael Bay, es realmente sorprendente). Es entretenida, graciosa, emocionante y deslumbrante; a la par que infantil, estúpida, mecánica y con la sutileza de un bulldozer (aunque sobre ésto hay alguna cosilla que apuntaremos al hablar del guión). Spielberg ha llevado su filosofía Blockbuster al extremo y ha decidido servir el producto más representativo de lo que inició su Tiburón: un espectáculo simple, consumible, disfrutable y olvidable. Por éso es cojonuda: da lo que promete. A la vez, y aunque parezca una paradoja, es evidentemente un producto, no una obra con una intención artística más allá de la emoción epidérmica o el placer estético (robots+explosiones+vehículos+una chica cañón = The Bay Formula). Si tenemos ésto en cuenta, disfrutaremos como enanos. Si queremos ver a Optimus Prime como una figura paterna moralizante o como símbolo del poder tecnológico de la sociedad actual etc, etc, mejor nos quedamos en casa porque ésto va de amasijos de hierro dándose mandobles.
Una vez entrados en harina, no nos dejan respirar. Estructutrada en forma de espiral de setpieces en lo que parece un catálogo de lo que la tecnología de la infografía puede hacer hasta la fecha (animación, capture motion, integración en fondos, creación de escenarios, retoque de color y de profundidad de campo..., vamos, una galería de filtros del Combustion), viajamos de bases militares a autopistas, desiertos y azoteas sin solucion de continuidad. Y vamos a toda leche. Sobre todo la última media hora, vamos que nos la pegamos. Michael Bay cumple aprendiendo de los errores de "La Isla" (los guiones con gente hablando no son para el californiano, los estudios sobre las mil formas de filmar la destrucción de un coche definitivamente sí), y dota a las escenas de acción de una fisicidad marca de la casa que, francamente, sorprende en una peli con tantísimo CGI. Hay algún plano de coches en movimiento que da gloria verlo (en concreto un travelling con panorámica y cambio de foco de un coche de policía cuya rueda queda a medio metro del objetivo, que hace que te tires p'atrás). Por supuesto que no deja de ser Michael Bay y que la acumulación de planos guapos hace que no te acuerdes de la mitad y te cueste ver algunas cosas, pero esta vez Chris Lebenzon se ha portado y hay cosas realmente chulas que quedan en la retina porque te da tiempo de asimilarlas. Lo que más sorprende, como digo, es que a diferencia de terceras partes recientes sobre arácnidos y piratas, cuando las cosas se rompen parece realmente que se rompen, y éso es algo que se está perdiendo y mola verlo de tanto en tanto (tampoco es una peli de Bourne, vale, pero Treadstone no tenía robots gigantes en nómina, que sepamos). Osea que en cuanto a crear imágenes videocliperas para deleite de los tuneros, raperos y adolescentes tipo a los que va dirigida la peli, el tipo cumple; se pasa, pero cumple, y para su nivel no se pide mucho más.
Tres son las cosas realmente sorprendentes: Shia LeBouf, que tiene madera de estrella como el que más y se gana a la audiencia de calle, merced a un personaje plano pero muy bien construido (gracioso sin ser cargante, valiente sin moralina, friki pero no exento de cierto atractivo...); los FX, cosa que parece que no tiene mérito porque hay mucha pasta pero también la había en Troya, por ejemplo, y no lucia ni la mitad: de verdad que son de quitarse el sombrero, en especial la integración de CGI con escenarios y personajes reales; y un guión como el personaje de LeBouf: simple pero efectivísimo, una lección de cómo escribir un éxito.
En efecto, tras la desafortunada "Marca del Zorro" y la desaprovechada "La Isla", Kurtzman y Orci, esta vez sí, la han clavado. Porque se olvidan de dar empaque dramático a lo que en la vida podrá tenerlo y dejan loos detalles de calidad para el espectador atento, sin olvidar que su público objetivo base NO ES ese tipo de espectador. Algunas soluciones son especialmente estúpidas (el Radio CD en el Air Force One es la más sangrante, Turturro duele, y John Voight con la recortada y un traje tampoco es muy creíble), pero otros detalles denotan un subterráneo sentido del humor ligeramente cañero (militar pregunta: ¿y por qué cree que están apuntando todas sus armas hacia nosotros?; analista guapetona responde: ¿no es éso lo que haríamos nosotros?) con algún momentillo inverosímil pero brillante: la escena del jardín o todo lo referente a Bumblebee y su manera de comunicarse.
En definitiva: abstenerse quienes esperen ver otra entrega de héroes atormentados. Esta peli se ve, se exprime y se olvida. Vuelves a la preadolescencia durante dos horas (y NO dos horas Y MEDIA o CASI TRES, ¿eh, Raimi?), te tragas tus palomitas y flipas con los robots, con la muchacha y con alguna cosa más. Si todas las pelis de este verano fueran así no habría que esperar a los Oscars para meterse en un cine.