26.11.07

Blade Runner: The Final Cut

MADRE MÍA

Bueno, los que hayan esperado demasiado se han quedao a dos velas: el sábado se retiró de cartel "Blade Runner: The Final Cut", el cuarto y definitivo montaje de la mítica peli de Ridley Scott. También se han agotado, al parecer, las reservas del megamaletín que contenía la edición en DVD de todas las versiones, más un disco de extras, más chorrocientos regalitos... Prueba de que cuando algo es bueno, la gente aún responde.

Lo que aquí voy a intentar resumir es la impresión que te deja esta última edición de la que posiblemente sea la mejor película de la historia del cine, ya no sólo de ciencia ficción, sino de todo lo que ha dado de sí este siglo y pico de existencia. Porque Blade Runner puede ser más que una peli: es un objeto de culto, una pieza clave de la cultura contemporánea, una referencia del género y de toda una forma de vida; pero por encima de todo es, en su esencia, una obra de arte, una de las pocas que traspasa su aura mítica por la sencilla razón de que es una pieza audiovisual cojonudamente bien escrita, fotografiada, interpretada, dirigida y montada; vamos, que si uno le niega la capacidad mítica, le queda una peli soberbia. No hay muchos objetos de culto que superen su propia condición. Pero Blade Runner sí.

Para empezar el tono está endiabladamente bien escogido. No sólo se utilizan los mecanismos narrativos del cine negro como estructura, sino que se impregna de los principios dramáticos de ese género/movimiento del cine americano de los 40: los personajes ambiguos, la atmósfera agobiante, y sobre todo una neblina de profunda tristeza. Porque Blade Runner es una película triste, a pesar del canto desesperado a la vida de su antagonista en los minutos finales y la indulgencia redentora de Gaff con la última frase: con la nueva edición del final, y lo tremendamente claro que queda ese arrastrado detalle sobre el personaje de Rick, la sensación que queda sobre la historia de amor es que ésta es menos éso que una historia de desgracia compartida, de unión en la desesperanza, de compañía en el dolor; tal vez sea esa la visión del amor que tiene Ridley Scott, si se atiende a la relación de Thelma y Lousie, por ejemplo, o
la descorazonadora existencia de J.F. Sebastian, un injustamente ninguneado personaje que constituye un eje moral en la historia. Y digo que este tono está bien escogido porque esta historia de seres más humanos que los humanos habla de lo poco preparadas que estamos las personas para gestionar nuestras emociones, y cómo esa torpeza nos quita el derecho a juzgar a los demás seres: Batty sufre más al asesinar a su creador que lo que sufre éste al negarle la prolongación de su vida; un sutil desprecio por la religión, por cierto, recorre ese momento de la película.

En cuanto al nuevo aspecto de la peli, es espectacular. La proyección digital dota de toda la fuerza posible a la capacidad creadora de Scott, que es de por sí una de las más arrolladoras del cine. La luz que recorre el metraje es absolutamente hipnótca, igual que el tratamiento del sonido, que resulta sorprendente en una película de hace 25 años. Decir que Blade Runner reinventó el cine quizá sea demasiado, pero lo que sí es cierto es que algunas soluciones visuales vistas en ella son, simplemente, planos de mañana: cosas que ves aún en publicidad, en videoclips, con la virtud añadida de que, siendo una película que juega la baza de la innovación, se queda vieja en contadísimos aspectos (el diseño de los coches en tierra, por ejemplo, o una música a ratos víctima de su propia voluntad de ajuste a la ambientación), pero va por delante la mayor parte del tiempo: Scott supo crear una atmósfera que cierra la película en sí misma y no permite identificar más referencias que algunas marcas publicitarias, y sin embargo la dota de una verosimilitud y una vigencia atemporal: o el mundo ha cambiado muy poco en 25 años, o estamos construyendo el decorado de "Blade Runner" a escala mundial.

Los pequeños cambios realizados para este nuevo reestreno enriquecen la historia, aclaran de una vez por todas la condición de Deckard y mantienen ese acertado tono a raya; por encima de maniobras comerciales o caprichos de artista, a mí que he visto todas las versiones no me cabe duda: ésta es la edición más fiel a lo que parece querer contar el tito Ridley con esta triste fábula.

A Scott se le ha reprochado mucho su irregularidad y algunas maniobras artísticas cuanto menos confusas. Hay que recordar que, sin ir más lejos, esta misma película fue un fracaso de taquilla y que algunos de sus peores trabajos son los que han funcionado mejor. Scott, como Kubrick, como Coppola, como Fincher, tiene la desgracia de estar artísticamente por encima de su propia época y del público masivo de ésta, pero con la particularidad de saber conectar con él a nivel estético (ahí está la nefasta pero arrolladora "Black Hawk Derribado", que detesto pero soy incapaz de dejar de ver). Por éso, como su hermano, ha prostituido en ocasiones su capacidad visual por historias de serie Z; pero pensemos qué pasaría con Blade Runner si se estrenara ahora no como clásico, sino como peli del verano, y deduzcamos si el hecho de que no se hagan más como ésta no será un poco culpa nuestra.

Esperemos que con "American Gangster", que al parecer es, como Jimmy el Santo, la Hostia en Vinagre, Scott pueda servirnos una nueva muestra de talento visual y dramático a la altura, si no de Blade Runner, sí de algo que pueda considerarse equivalente dados los tiempos que corren.

1 comentario:

  1. También se ha de comentar la influencia ejercida del movimiento expresionista aleman "Blaue Reiter" sobre nuesto queridísimo Ridley Scott.

    Los personajes de J.F.Sebastian y Pris son un ejemplo vivo de dicha influencia. Ese maquillaje, esa sombra de ojos e incluso los movimientos de Pris, homenaje al personaje femenino de Cesare (El Gabinete del Doctor Caligari, Robert Wiene). Y sin salirnos de la gran obra representativa del movimiento de Blaue Reiter, nuestro querido creador de juguetes está inspirado en la figura del científico loco del Doctor Caligari.

    Por otra parte, coincido totalmente con el comentario de Blade Runner: The Final Cut como la obra por excelencia, no solo de su género sinó del séptimo arte. Este montaje final de Blade Runner es de obligado consumo para cualquier cinéfilo. Es sencillamente alucinante.

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