26.3.08

Las SS

Tal vez por el contraste respecto al resto de pacientes de la mañana, que superaba de largo la esperanza de vida de cualquier país europeo, el chico que se presentó a las 8:30, sosteniendo precariamente su casco y su mochila, fue equívocamente rejuvenecido en la percepción de la doctora. 19, quizá 22, como mucho, pensó. Y por lo tanto tonto perdido, claro.

-¿Has traído el volante de tu médico de cabecera? -espetó, sin responder al "buenos días" del chico.

-Pues... no lo tengo -acertó a balbucear él, más pendiente de que no se le cayera nada y de adivinar si la silla extrañamente dispuesta era para él o qué.

-Tienes que tenerlo -inquirió la doctora. La enfermera miró al chico muy seriamente. En cualquier momento iban a sentarle y ofrecerle que llamara a su abogado si quería seguir con aquello...

-Pues, la primera vez que vine el día estaba equivocado, así que me dieron otro papelito con el día de hoy. Nada más.

-La primera vez que viniste -mirada rápida a su lista-, que no llegaste a venir, tenías que traer el volante del médico de cabecera...

"Y debieron darme bien el día, no te jode" -pensó el chico-. "Y además, si tengo visita programada, es de suponer que es porque me la pidió el médico de cabecera, ¿no? ¿O salgo en esa lista por casualidad?".

-Pues no lo he traído -quiso concluir el chico. Mal empezamos, para ser la primera visita, programada por el médico de cabecera... hace siete meses.

-Bueno, ¿qué te pasa? -la doctora, en un alarde de pragmatismo sin precedentes, decidió preguntar al paciente en lugar de mirar su volante; más que nada porque el paciente no traía volante. Lo que yo decía, 20. Tonto perdido.

-Tuve un accidente hace unos años y quiero saber cómo está.

"Anda, si no hacía falta volante" -pensó la doctora, mitad esperanzada por un caso totalmente nuevo (nada de graduaciones de vista a jubilados, ¡oftalmología de verdad!), mitad temerosa de ver amenazada su práctica rutina.

-Siéntate ahí -señaló el sillón de examen. El chico dejó abruptamente sus trastos en el suelo y se sentó-. A ver, dices que un accidente. ¿Qué te pasó?

-Me hice una herida y me suturaron. Quiero saber cómo está.

-¿Cuánto hace de ésto?

-Unos doce años.

-¿Y ahora quieres saber cómo está?

-Hasta ahora he tenido otras cosas que hacer -"me he sacado dos carreras y el carnet de conducir de coche y moto, he tenido dos novias, he vivido en el extranjero, he ascendido en el trabajo en el que llevo diez años, me he comprado y reformado un piso y he vivido una fuerte tragedia familiar, nada, un par de cosillas..."

-¿Y tienes el informe de alta?

Silencio.

-No me digas que no lo traes.

-Pues como hace tanto tiempo, si lo tengo no sé ni dónde está.

-Pero tienes un informe...

-A ver, me operaron, me vieron un par de veces y cuando los puntos se cerraron me largaron -el exquisito nivel de atención que recibió durante su primera y única estancia en un hospital le llenaba los ojos de lágrimas. O eso o la luz que enfocaba a su retina, debía ser.

La doctora esquivó el dardo indirecto con audacia.

-Pero cuando te largaron te dieron un papelito, ¿no?

"Esta señora no ha oído hablar de la correspondencia ecológica".

-Pues sí, supongo, pero no lo tengo.

-Esos papelitos se tienen que pasear. Se hacen fotocopias, se guardan, y sirven para estas cosas.

"Señora, desde el accidente he cambiado de casa tres veces, y de armario, quizá otras tantas. Cuando me rajé el ojo no podía votar, y ahora tengo dos amigos esperando críos. No me dé lecciones de organización, que me dieron visita hace siete meses".

-Bueno, pues entonces...

"Ahora va a decirme que hasta que no tenga el papelito no puede seguir".

-... pues entonces yo no te voy a hacer el seguimiento, te voy a hacer el principio, porque no sé el punto de partida -concluyó.

"Bueno, tú sabrás, que eres el médico. Total, en el informe sólo decía que el ojo estaba perfecto, salvo por un siete justo en el centro, que no se puede arreglar con gafas".

Más exámenes de vista. La doctora ve que el ojo derecho no guipa a partir de la cuarta línea, pero el izquierdo lo compensa. No mira las gafas, que le dirían que, a pesar de lo anterior, la corrección la tiene en el izquierdo; en la derecha tiene el cristal neutro. El chico recuerda ese dato justo al escribir la historia en su blog...

La doctora habla con la enfermera. Le programarán una segunda visita para verle dilatado, y le graduarán la vista. El chico sigue dándole vueltas al tema del informe de alta.

-Podría pedirles una copia de ese informe al hospital...

-Bueno... Te pedirán el papelito.

El papelito va a empezar a ser un objeto mágico que abre todas las puertas de esta dimensión. ¿Harán una peli con niño que lo busca?

-Claro, como no tenemos nombres, ni DNIs... -deja caer el chico. Joder que ahora los mossos te hacen una foto a 140 y saben al momento si has pagado el seguro. No me digas que sin una mierda de papel no puedo saber cómo estaba mi ojo después de la única operación que he sufrido en mi vida. Además que mi ojo me interesa ahora, no hace doce años.

La doctora se pone en guardia ante esta súbita muestra de ínfima insolencia. El chico tiene cerebro y sabe replicar. Es tímido, tampoco es El Gran Wyoming, pero no es tonto. Igual tiene más de 20.

-No sé si estarían informatizados en su día -replica la doctora.

-Bueno, lo intentaré -el chico se levanta, con las pupilas como el trasero de Lucía Lapiedra. Coge sus cosas y sale. La enfermera le da las útimas instrucciones para la siguiente visita. Sin embargo, antes, la doctora le ha dicho "buenos días", quizá para despedirse, quizá como respuesta a los suyos de antes, ahora que ya se los ha ganado...


Me han dado visita para Agosto. 5 meses justos. A ver si para entonces tengo El Papelito.

1 comentario:

  1. Anónimo14:12

    voto per a la proposta de la peli de "el niño sin papelito"! ;)

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