3.4.08

Descubierta El Arma Definitiva Contra La Piratería



Ésto es un notición. Al parecer, grandes eruditos se han puesto por fin a pensar en serio qué se puede hacer para combatir esa gran lacra social: la tendencia actual a compartir toda clase de contenidos digitalizados, mermando los ya de por sí escasos beneficios de la industria cultural, especialmente ese bastión de la exquisitez artística que es el mundo de la música.

Y han dado con la respuesta.

Yo no sé mucho de economía, pero creo que hay dos maneras básicas de ganar mucha pasta con algo: o tienes algo que muy poca gente pueda comprar, o tienes algo que todo el mundo quiera comprar. El primer caso, suele ser debido a que realmente haya poco de lo que tienes (uranio, una Lambretta del 63, inteligencia...), lo cual recibe el nombre de exclusividad: hay más demanda que oferta, y éso hace que la venta se convierta en una subasta en la que el vendedor puede fijar el precio que le dé la gana, ya que el deseo es más fuerte que la necesidad. Marketing básico. El segundo caso es la universalidad o masificación, y es justamente lo contrario: fabricas algo en cantidades indecentemente absurdas, y lo vendes a un precio irrisorio que crea la ilusión de que en realidad gastarse dinero en ello es en realidad un gran negocio. Ésto lo inventó Henry Ford con los coches, Ikea con los muebles, y ING-Direct con las hipotecas. Hay que comprar ahora que está barato; aunque dentro de 3 meses haya más, no sabemos a qué precio estará.

Pero hay una tercera vía. Consiste en una perversión de la combinación de lo anterior: tienes mucho de algo, pero lo pones a un precio prohibitivo que aumenta el deseo por poseerlo; se llama especulación, y es la disciplina reina de la economía española, con el sector inmobiliario a la cabeza. Esta tercera vía es muy lucrativa mientras dura, pero también es muy arriesgada: crea una burbuja de exceso de oferta sobrevalorada, sostenida en una demanda masiva que no se satisface para aumentar su deseo.

Lo malo es cuando la burbuja estalla porque la demanda se colapsa y convierte tu exceso de oferta exclusiva en un montón de mercancía invendible; o porque la demanda, simplemente, encuentra la manera de conseguir tu mercancía de forma gratuita. Éste es el caso de la música.

Durante años, la música ha vivido de vender productos exclusivos en forma de mercancía masiva; el truco estaba en que la mercancía era una simple copia del producto. Es como si hubiera costado lo mismo hacer un SEAT 600 que un millón de unidades: no hay razón para venderlo barato porque todo el mundo lo quiere y yo recupero la inversión con muy pocas ventas, por lo que puedo fijar el precio que quiera porque no me importa vender más o menos. Si encima tengo toda una industria paralela que me hace publicidad gratis (MTV, radiofórmula), y vendo muuuuuuucho, sólo tengo que mantener la expectativa en el mercado y sentarme a esperar la pasta.

De pronto un día, hacer las copias ya no es algo que sólo pueda hacer yo. Como me iba tan bien, he invertido en productos para poder escuchar mi producto, y un día lo digitalizo y lo saco en forma de CD, que es más barato de producir y dura mucho más tiempo. Después me lanzo y fabrico mis propios CDs, porque soy una multinacional que puede hacer lo que quiera y si el soporte me cuesta la mitad por fabricarlo yo, es más pasta para mí. Espera, espera, ¿y si vendo los que me sobran que no se graban en la fábrica? La gente podría usarlos como medio de almacenamiento de sus cosas y además le daría más vida al formato porque habría más discos que necesitarán más reproductores, que también fabrico yo. Y claro, tengo que vender un aparato que pueda grabar esos CDs. Pues lo vendo. Ale, ya está. Soy una máquina. Mira, mira cómo se vende todo de bien. ¡Todo el mundo tiene en su casa mis CDs grabados con mi música, los escucha en mis reproductores de CD, los graba en mis CDs grabables con mis grabadoras...!

¡Ostia no, espera!

¡Joder, están grabando mis CDs grabados en mis CDs grabables! ¡¡Pero si las copias las hago yo!! ¡No hay derecho! ¡Esto es un crimen!

¡Osti, las ventas de mis CDs grabados han caído un 30%!

¡¿Qué podemos hacer?!

Bueno, menos mal que ahora hago ordenadores y con éso compenso un poco...

¡Joder, ahora se conectan a Internet con mis ordenadores y se bajan la música que alguien ha sacado de mis discos grabados, y la graban en mis discos grabables con mis grabadoras!!

¡Me están robando! ¡A la cárcel! ¡A la cárcel todos por robarme mi música!

Ésta era, hasta ahora, la forma de hacer frente a la mal llamada piratería de la industria discográfica: criminalizar al cliente, alegando el derecho a producir su mercancía porque son ellos los que crean el producto. Una parte de la desvergüenza es que la tecnología necesaria para hacerlo es también, en parte, un sector de su negocio (las discográficas suelen ser parte de un grupo de empresas tecnológicas o de comunicación). La otra parte es la perversión del concepto de producto: la industria musical dice fabricar y vender contenidos, pero en realidad saca su beneficio de la venta del soporte; por éso vale lo mismo un disco de Bruce Springsteen que uno de Andy y Lucas, si no menos. Cuando se les ha acabado el chollo de la masificación, es decir, cuando ya no pueden especular con mucha mercancía porque la gente se fabrica sóla lo que ellos venden, reclaman que su producto es exclusivo, esto es, que es algo que sólo pueden hacer unos pocos (los artistas) y que, por tanto, debe tener un precio acorde a su singularidad. Dicen que no es justo que los pobres artistas no reciban lo que merecen por hacer algo que sólo ellos saben hacer. Pero la perversión está en que, hasta ahora, daba igual quién lo hiciera, porque lo que vendían era la copia del trabajo, elevada a la categoría de obra de arte. Es como vender cada litografía de "Los Girasoles" al precio del cuadro original: simplemente, un puto robo.

Algunos artistas lo han entendido antes que sus jefes y han puesto su creatividad al servicio de su supervivencia, que es lo que hacemos todos los humanos. Algunos, como Radiohead, ofrecieron su último disco de forma gratuita en su web por tiempo limitado, pidiendo "la voluntad". Ganaron más pasta que con el anterior, que se vendió a la antigua. Da que pensar.

Otros, los más lanzados al circo de las ventas, que saben que si piden la voluntad por su disco van a recibir un PowerPoint cachondo de respuesta, como mucho, simplemente han aplicado la fórmula Ford: fabricar más. Pero más productos; osea, más discos nuevos. Basar la demanda en el contenido, que es su mercancía real, y no en el soporte, que es la mercancía de la discográfica. Éso es lo que dice la noticia (Y cómo me ha costado llegar hasta aquí, caramba).

Y otros han optado por otra forma de vender su producto: el directo. Hay más conciertos que nunca. Los grupos antiguos anuncian que se reúnen pero para ir de gira, no sólo para volver a grabar. Algunos artistas han aprendido que tienen un don hermoso que le diferencia del resto de personas; pero que siguen siendo personas que tienen que trabajar para ganar pasta. Porque yo no sé hacer lo hace el fontanero, y por éso le pago para que lo haga. Pero no voy a comprarle un álbum de fotos de chapuzas antiguas.

Carlos Tarque dijo en una entrevista que no está de acuerdo en que haya que regalar la música. Estoy de acuerdo con él, totalmente, al cien por cien y como fan suyo que soy. Pero su música no es un cacho de plástico serigrafiado que cuesta 7 euros de producir y se vende a 20. Su música se tiene que pagar, y yo lo haré gustoso, pero que se suba a un escenario y me la venda él, que me lo merezco, coño.

1 comentario:

  1. Me ha gustado mucho el artículo, aunque reconozco que lo primero que he pensado al ver la imagen del tocadiscos era que la nueva idea para combatir la piratería era impulsar y recuperar el famoso vinilo, ya que nadie tiene grabadoras de éstos en su casa.

    Buen blog!

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