10.2.08

No Es Peli Para Todos


Los Coen han vuelto. Un poco a medias, porque no son los de "Muerte entre las flores", pero sí una pizca de los de "Fargo" y, sobre todo, un cacho largo de los de "El hombre que nunca estuvo allí". Adaptando una novela de MacCarthy que es una puñetera salvajada, se han marcado la que de momento es la mejor peli de la temporada. A la espera de la apisonadora Anderson-Day Lewis y su peli sobre el petróleo.

Y han vuelto con elementos que manejan de vicio: América profunda, personajes prácticos y ambiguos, una trama fina fina pero jugosa, momentos de impacto sin concesiones y un arsenal de puesta en escena que es una lección de cine. Ojo al sonido, porque al no tener banda sonora, es un factor cuidado hasta el delirio.
"No es país para viejos", además de su archiconocida y vulgar trama (la de alguien perseguido por otro alguien muy malo para quitarle algo muy valioso), cuenta el fin del mundo, la hegemonía del mal y lo hijoputa que es el azar. En este sentido, sus personajes-concepto (el tipo listo, el tipo recto, el tipo malo), están dibujados con muy pocos matices pero con mucho, mucho poderío escénico, y es que esta película es una de ésas cuya virtud está en el hecho de ser una película y no cualquier otra manifestación narrativa; ya, ya sé que es una historia sacada de una novela, pero desde luego no es una adaptación literal, porque hay cosas aquí que sólo se consiguen poniéndolas en imágenes. Y en sonidos, insisto.

Javier Bardem borda un papel muy agradecido. Tommy Lee Jones hace lo que sabe y lo hace muy bien. Pero esta peli es de Brolin. Su no-composición de tipo listo y con recursos, siempre improvisando pero nunca a la desesperada, su presencia, su mirada, sus réplicas; es el arquetipo del antihéroe Coeniano que encarnara Gabriel Byrne en "Muerte entre las flores", sin la ironía comiquera de aquél. En una palabra, es un personaje de verdad, que es lo más difícil de hacer, en mi opinión. Porque lo de Bardem es sobrenatural, pero ya estaba en el guión; he de decir, además, que en algún momento se pasa de rosca, y en esta peli eso es un crimen. Porque es una peli contenida hasta el infinito.

En efecto los hermanos (que esta vez firman como director ambos, curiosamente) confían tanto en lo que tienen entre manos que no le ponen nada de salsa. Atención al momento en que Moss descubre la masacre: la forma de entrar al esceario, de mostrarlo todo sin contar nada, de colocar cada puto plano en su sitio sin más. En un género tan dado al exceso y a sobreexplicar todo una y otra vez, la economía narrativa de la que hacen gala, comparada con otros puntos de su filmografía ("El Gran Lewobsky"), es de admirar. Y de esa manera, además, consiguen que los detalles (los dos millones de detalles que debe haber en cada minuto de metraje, más o menos), salten como palomitas y sepan igual de bien: yo me quedo con la mano del mexicano destrozada por un disparo, porque soy un salvaje.

Una peli para ver. Varias veces. Pero ojo: no es una peli para todos. Yo conté a 5 personas salirse del cine. Supongo que dudaron entre ésta y "Astérix y Obélix" y les pilló un poco al traspiés.

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