4.2.09

Cuando era chiquitillo, yo no me acuerdo muy bien, pero mis padres dicen que al jugar con muñecajos me montaba más película con las voces y la música que lo que les hacía hacer. Sí que recuerdo que lo primero que me llamó la atención del cine era que cuando pasaba algo importante, había música. Soy de los 80 y mi primer recuerdo cinematográfico es el plano final de ET, osea que no es casual: la potencia de Williams en ese momento es El Momento, sin más.

Años más tarde, no muchos pero sí algunos, la situación familiar no daba para cámaras caseras, así que mis intereses se focalizaron breve pero intensamente en tocar un instrumento; el más ruidoso, espectacular y (aparentemente) fácil de aprender posible. Así que me armé de trastos varios y me construí lo que se dice una chapuza de batería que traía loco a mi padre, firme defensor de que lo único sagrado en este asqueroso mundo es la siesta. Por desgracia el apego familiar (y en particular, de mi hermana) a la fotografía es tardío, por lo que no existe documento gráfico del engendro, para mi tranquilidad, dicho sea de paso.

El caso es que durante un año más o menos me dediqué a poner la radio por las tardes y hacer lo que ahora sé que se llama "play along", uséase, tocar a la vez que se oye la canción que sea. La cosa quedaba un poco deslucida porque no tenía bombo (desconocía el sistema que lo hace funcionar, recordemos que estamos hablando de la Era Pre-Internet Anterior. Qué viejo estoy, por cierto), además la caja era una pandereta sin platillos, y los toms un par de botellas: vamos, un poema. Lo importante era que aprendí que la cosa no era tan fácil. Y que los pies parecen colgar de las manos, porque no tienen vida propia si no los entrenas.

La desmonté (más bien, deseché sus partes ordenadamente) y pasaron años. Descubrí la lectura seria y el cine. La FP y la facultad, y más cine. Y llegó un día en que la batería era "esa cosa tan graciosa que el niño se había hecho un verano y que ya se le pasó".

Mentira. Los monstruos duermen, pero no mueren, y a veces oyen cosas que les hacen abrir un ojo y rascarte un poco por dentro: "estoy aquí, algún día tendrás que despertarme y volver a darme algo de comer".

Pasaron más años y los sueños de cine pasaron a deseos en vídeo, mucho más probables. Estamos en ello. Y llegó la emancipación y el montaje de un rinconcito en la casa. Y conocer a Carlos, que toca la guitarra, y un sintetizador en su piso de Fuenla en el que sonaba una batería MIDI con la que acompañar su guitarra. Y el monstruo se desperezó.

Primero fue una Millenium electrónica, por si me canso enseguida; la conecto al ordenador y me pongo los cascos y no molesto a nadie. La primera vez que la vio montada, C soltó un "vaya trasto" que me dejó claro que no le hacía mucha gracia mi nueva amante. Bueno, es cuestión de tiempo, pensé: o el monstruo se duerme otra vez, y para éso está eBay, o se hace tan grande que hay que sacarlo de aquí.

Lo sacamos en Mayo de 2008. Localcillo, dos guitarras, espuma negra en las paredes y un Home Cinema de ampli. Duró un mes. En Junio, uno de Alcorcón recibía mi Millenium mientras yo recibía mi MAPEX acústica nueva, todo madera y aire, que sonaba de pena hasta que aprendí a afinarla hace unas semanas.

Luego vino Santi, el bajo, y yo me relajé bastante porque por fin aquello sonaba a banda.

Y hace poco se unió Yolanda, y tras un par de sesiones algo extrañas, ayer atacamos un "Zombie" que nos salió a la segunda. Y mientras machacaba el charles sin piedad me acordé de mis panderetas; el embrión del monstruo que nunca se ha muerto. Yo no quiero que se me mueran, ni que duerman mucho, porque quiero tener esa cara de gilipollas que vi ayer en el ascensor más a menudo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario