Siempre digo que no me gusta el fútbol, pero lo que de verdad no me gusta es el politiqueo, el fanatismo y el papanatismo que lo envuelve. Porque hay que reconocer que cuando 22 tíos se matan por un balón, no sé quién cojones lo pensó primero, pero acertó en adivinar que la cosa iba a molar.
Lo de anoche no tuvo precio. Lo que más echo de menos del rollo del cine es la explosión, la visceralidad, el saltar de alegría cuando Casillas paró el penalti. No me imagino abrazándome a mi novia y llamando emocionado a mis padres porque Scorsese gane un Oscar, la verdad.
Confieso que me hastiaba la idea de una Eurocopa televisiva full-time en Cuatro. Y la verdad es que un Alemania-Turquía, por muy semifinal que sea, me la trae al pairo. Pero, y quizá sea por el estúpido nacionalismo primitivo que todos llevamos dentro, me enrrolla la roja. Me mola el chorro de peña chillando "a por ellos", y Luis dejándose la garganta, y Manu Carreño a punto de llorar de emoción.
Y me pregunto si, como yo, escépticos de esto del balompié se están enganchando cuando ven que, más allá de las gilipolleces que se dicen todos los días sobre el futbol, valdrá la pena ver las luchas de esos 22 tíos cada cierto tiempo.
Y si, después de tantos años de sequía y decepciones, Cuatro tiene razón y Podemos, encima nos llevaremos alguna alegría. Pues a por ellos.
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