23.4.08

La Vida Gatuna (II)

A petición popular unipersonal voy a explicar algo sobre mis gatos. Ya, ya, si yo leyera algo así al principio de un post pensaría lo mismo: "ya está el típico explicando su vida..." Bueno, pues sí, qué pasa, cada uno rellena entradas como mejor le parece.
Como ya toda mi vasta audiencia sabe, tengo dos gatos. Bueno, más bien vivo en la casa de dos gatos que me dejan vivir en ella, a cambio de que les compre comida, les limpie el cagadero y les achuche cuando les apetece. Yo de mayor quiero ser gato doméstico.

Ayer por la noche casi dejo a uno de mascota única. El pequeñajo empezó a segregar sustancias internas pro-jodienda del personal y se lio a corretear, patear y hacer todo el ruido posible sin control. A las 3 de la mañana. La buena noticia es que los gatos no molestan a los vecinos cuando se convierten en Hulk; la mala es que no puedes compartir tus ganas de llorar y de cocinar al gato crudo con nadie. No había manera de calmarlo. Probamos a encerrarle, a tenerlo en los brazos, pero nada. Cuando me levanté, a las 4 y 20, me abordaba como pidiendo cariño, pero le eché una mirada que le hizo encoger las orejas. Parecía decir "vale, jolín, me he paso un poco, no?".

Claro que luego llegas a mediodía a casa y el cabrón se te estira, te mira toó amoroso y desvalido, y te olvidas de que te duelen hasta las pestañas de sueño por culpa del cabronazo el felino.

La culpa es del otro. Como no le puso en su sitio cuando vino, haciéndose valer como hermano mayor y dueño legítimo de la casa, por antigüedad, pedigrí y porque hace dos como él, como el capuyo no lo hizo, pues el pequeño se ha subío a la parra. Si es que les das un dedo y se te suben a la chepa, a la vitrocerámica y hasta a la ventanita del lavabo.




Y éso que ahora parece que Patxi está mejor, después de una pequeña temporada de pachuchez intermitente de las suyas. Unas pastillicas, unos litros de FrontLine y ale, la apoteosis vomitiva sobre la mesa y como nuevo. Parece ser que fue impresionante: las pulgas hasta se hicieron un barquito para navegar en el potado y así hacían algo de turismo. Es increíble que algo tan tierno como mi gato persa blanco con cara triste pueda convertirse en una máquina regurgitadora sanguinaria cuando su cuerpo se lo manda. Siempre digo que el cuerpo humano es una chapuza; parece ser que, a pesar de la belleza de sus formas, los gatos no están exentos de un funcionamiento corporal algo tosco, tampoco.




Bueno, después de esta retahíla de gilipolleces felinas voy a poner algo de propina: hasta parecen buenos y todo.


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