26.11.09

Tres. Cero.


Hoy abandono definitivamente la veintena, y ya me han felicitado un par de personas por el Facebook, otro par por teléfono, y puedo decir que, aparte del jodío paro, no tengo motivo alguno para declararme en crisis: acabé mis carreras, abandoné un empleo que no me llevaba a ninguna parte y creo que es cuestión de tiempo que pueda empezar a ganarme la vida con lo que siempre me ha gustado de verdad.

Sin embargo, todo éso no es nada si pienso en el regalo que tuve cuando tenía 23 años. Lo digo bien: no fue por mi 23 cumpleaños, sino 5 meses después de cumplirlos. Desde hace 6 años y medio, me despierto cada mañana junto a ese regalo, y aún no ha dejado de sorprenderme. No se gasta; no pierde poco a poco el interés, no pasa de moda, y cada vez que lo veo, más bonito me parece.

Siempre he pensado que las crisis de la edad son un poco una chorrada, pero quizá es porque no puedo declararme nunca en crisis mientras tenga a mi lado a quien tengo, porque es como para pensar que tanta suerte junta no da derecho a queja.

Y ya está. Gracias a todos los que se acuerdan de mí, y felicidades a mí mismo por el regalo que me hice del primer día de Febrero de 2003.

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